miércoles, 31 de enero de 2007

¡Mirá quiénes nos dicen "Amargos"!.

El blog se viste de gala para recibir este escrito del genial FABIO ROJO, para quién solo tengo palabras de agradecimiento y admiración. Sin más que agregar, los dejo disfrutar del artículo:

Corría el año 72 y mi abuelo Manolo, vitalicio de Huracán, me llevaba al Tomás A. Ducó. Vendrían épocas de un glorioso equipo que con Houseman, Brindisi y Babington alcanzaría el único campeonato en la era profesional del “Globito”. No obstante, el viejo Manolo respetaba mi condición de niño “fana”, mientras el Rojo arrasaba con las Copas y contra ese equipo de Huracán hacían partidazos.

Independiente tenía una gran hinchada que rugía sobre todo en Avellaneda, donde nunca perdió una final hasta que en 1989 le ganó Boca (por penales, cuándo no). En cada noche de Copa, la Doble Visera atronaba y la ciudad pasó a ser de mayoría roja inobjetable, triplicando en hinchas y socios a la actual Blanquiceleste S.A.

Hubo algo más que una cuestión barrial.

Manolo me contaba que en las épocas del Fraude Electoral (años 30´) los conservadores de la Provincia de Bs As tenían en Avellaneda un hombre fuerte llamado Barceló, dirigente de Racing. A punta de pistola, sus matones echaban a los ciudadanos que hacían las colas para sufragar diciéndoles “vos ya votaste”. Entre ellos estaban, por supuesto, los obreros socialistas que en Avellaneda eran miles. La historia oficial dice que nuestros colores vienen de los del Nottingham Forest, pero los hermanos De Giorgi quizás adoptaron el rojo como reacción ante los matones racinguistas.

Independiente se caracterizó por tener hinchas laburantes, gente del barrio que se levantaba al alba para ir al puerto o al frigorífico, gente del interior e inmigrantes ahorrativos que condujeron al club guardando peso sobre peso, a diferencia de los de enfrente, que ligaron todo gracias a los poderes de turno, se instalaron con otra sede en Villa del Parque y pasaron a ser el “cuadro de la farándula” ya en tiempos de Perón.

Ese hincha del Rojo combinó el buen gusto futbolero con la discreción. Aún en la época de las grandes glorias, las Copas no se les subieron a la cabeza. No hubo despilfarro y el balance del club siempre daba superávit. Al día de hoy, la hinchada se levanta más enfervorizada con un sombrero bien hecho que con un gol feo.

Paralelamente, Racing entraba en el tobogán de la desesperación y se convertía en el único de los cuatro grandes que conocería la “B”; paradójicamente, en la misma tarde en que el Rojo le ganaba y daba otra Vuelta más.

Los años 90´ comienzan tambaleantes para el Rojo y entró en escena otra hinchada que también había marcado los pasos de la debacle : los Cuervos.

Mi abuelo vivió con cierta tristeza el cierre del Gasómetro. Es lógico, para él eran rivalidades de barrio, donde se convivía fraternamente en cada cuadra. No había Ulises asesinados ni disparos entre las hinchadas. Huracán era estaba en la “B” y San Lorenzo, que siempre se sintió “grande”, vivía una circunstancia excepcional: no tenía cancha, no tenía rival, no mojaba hacía 20 años y no tenía (ni tiene) una sola Libertadores.

Era lógico, si se quiere, que con esos pergaminos estos porteños “piolas” de Boedo intentaran amenizar tanta frustración con su fuerte : los cantitos.

Los muchachos de C.A.S.L.A. (Club Atlético Sin Libertadores de América) tenían que apuntarse un poroto -al menos en la batalla dialéctica- con su contracara, el Rey de Copas.

Y si bien nunca superaron en número a los nuestros, ni tampoco se caracterizaron por hacer temblar la villa de la Perito Moreno cantando, los ingeniosos del Bajo Flores aparecieron una vuelta allá por el 93 estrenando el “Noooo se siente, noooo se siente…” canto ingenuo que tardó mucho en ser coreado por otros y venía a reemplazar al también sagaz “Tenés el culo caliente / sos hincha de Independiente” (música de “Quedate piola, Vicente”) con el cual éramos “hostigados” en la primaria. O también al surrealista “Ojo por Ojo/ diente por diente/ arriba Boca/ abajo Independiente”, que hoy sería reprobado por imbécil en una sala de preescolar.

De tal manera, si Boca es de un barrio que no muy aséptico que digamos, les cupo “los bosteros”; si River había perdido una Libertadores en 66´ cuando faltando poco la tenía en el buche, les quedó “las gallinas”. Y a Independiente, que no lo podían “joder” con nada, porque hasta hizo pata ancha triunfando afuera, se le inventó algo sobre su hinchada: no gritan. Justo la hinchada del Rojo, que a fuerza de puro aliento había respaldado cada hazaña copera. Son “amargos”, dijeron. Listo.

Obviamente, el “amargos” se universalizó como canto de cualquier hinchada a otra. Nótese que no a cualquier hinchada le dicen “gallinas” o “bosteros”. Son insultos exclusivos. El nuestro, no. Además de ser fácilmente refutable por los videos, las recaudaciones, la venta de merchandising, las camisetas que se ven por la calle, etc.

Blanquiceleste aprovechó el ingenio ajeno para contrarrestar su mote de “vinagres”. Menos mal que les hicieron la gauchada. Racing no lo podría haber inventado ni siquiera si le hubieran soplado la letra. En 100 años de fútbol no encontraron nunca un motivo para gastarnos y, a cambio, han sido y siguen siendo una máquina permanente de generarnos alegrías con sus disparates institucionales.

Alguna vez dijo Víctor Hugo Morales que la hinchada de Racing “…no canta fuerte para alentar a su equipo. Grita para no tener que oír las burlas hirientes de las demás”.

Mi abuelo Manolo se reiría mucho si yo le contara que nos dice “amargos” el equipo de Bernardo Neustadt.

Y mejor ni nombrar a Rucucu, el abandonista Chacho y Tristán K.

FABIO ROJO

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