miércoles, 31 de enero de 2007

Crónica de un micropartido

Se rumoreaba que los micros no iban a salir, que desde el vamos ese partido no se iba a jugar, que sin público visitante era una injusticia, que el público local tiene que estar, que en La Plata no…

Se sabe que ninguno de los dos llegaba bien al encuentro: San Lorenzo está haciendo una mala campaña y encima con un juego defensivo que no hace honor a su historia de jugadores con buen pie. Racing venía de perder un par de partidos, incluído el clásico de Avellaneda, donde su parcialidad había protagonizado disturbios por los cuales fueron sancionados con la imposibilidad de que el público local viera, en su cancha, a su equipo.

Sin embargo, y contra lo que todos los medios están diciendo erróneamente hoy en día, el encuentro se jugó, hubo público presente de ambas hinchadas y fue un partidazo.

El encuentro comenzó temprano y tuvo como protagonistas a las hinchadas: cerca de treinta ‘cuervos’ y algo más por el lado de Racing se hicieron presentes en los portones de sus respectivos clubes. Había gritos y canciones. No eran canciones típicas de cancha, no las habituales, pero supongo que debían ser para alentar a los planteles, ¿para qué, sino?.

El partido estaba a punto de comenzar. Gracias a los periodistas que había en ambos lugares los entrenadores se enteraban de los movimientos del rival.

Y comenzó:

Ruggeri hizo subir a los jugadores al micro rápidamente, los hizo sentarse en ventanilla y les ordenó que descorrieran las cortinas. Se sentía confiado y pretendió incomodar a los de Avellaneda amagando y amagando con salir hacia La Plata.Merlo estaba aturdido, había leído este blog hace unos días y creyó que Ruggeri iba a plantear el partido defensivamente, maldijo a InfiernoRivales y ordenó a los jugadores que rápidamente subieran al micro y se sentaran al fondo, todos en los asientos que dan al pasillo. Necesitaba acomodar sus ideas, la actitud de Ruggeri lo había tomado por sorpresa ¿sería capaz San Lorenzo de partir al estadió Único?… era difícil saberlo.

Ruggeri acertó tomando las riendas del encuentro, sabía que así le pasaba toda la responsabilidad a Merlo y se jugó a que eso lo iba a descolocar. Preguntó a un periodista de Fox qué pasaba del otro lado. Este le dijo que Mostaza había mandado a que todos se sentaran atrás, salvo el pibe Moralez que parecía estar en el medio un poco por delante de Bastía, aunque las cortinas no dejaban ver mucho. Y solo adelante, cerca de la máquina de café, ‘Lavandina’ Bergessio. Merlo pretendía ganar tiempo, necesitaba realinear al grupo.

Ruggeri se sentía respaldado por la hinchada, lo puteaban, sí, pero no dejaban abrir el portón. Esto le dio más confianza y ordenó a Lavezzi que agarrara las llaves y encendiera el motor. Merlo se enteró enseguida de esto por un periodista de TyC Sports. Transpiraba. Sabía que la gente de San Lorenzo no despejaba el portón… pero si se decidían a salir esto no iba a ser un impedimento.
Lo importante era saber qué se traía el Cabezón entre manos… Mostaza sentía que no le encontraba la vuelta al partido y que los cuervos estaban manejando las acciones. Los hinchas de Racing estaban callados… putearon en algún momento bastante fuerte, pero ahora estaban asustados, seguían como podían los movimientos del micro en Boedo. Las informaciones que les llegaban eran confusas. El nerviosismo se palpaba en el aire. Fin del primer tiempo.

Entretiempo:
Ambos planteles bajaron de cada micro y fueron a los vestuarios. Ruggeri estaba conforme con el planteo del partido, sabía que hasta podía ir por más, pero no estaba seguro. Era un partido clave y perderlo sería el desastre. Del otro lado Merlo pedía que el grupo se adelantara en el micro, sin descuidar los últimos asientos.

Segundo tiempo:
Mostaza ordenó subir rápidamente al micro, que descorrieran las cortinas y pusieran los bolsos en los compartimientos. Les pidió que sonrieran y que hicieran como si ya fueran a salir.Ruggeri tomó nota de esto y les exigió a los jugadores que se sentaran en el mismo lugar donde estaban en el primer tiempo, que Lavezzi otra vez tomara la conducción y que encendiera el motor.
Lavezzi obedeció y, en un arranque de desfachatez, le pegó un par de fuertes aceleradas.

Mostaza recibió esta noticia y se puso blanco, parecía que las cosas por Boedo iban en serio. Hizo subir al chofer del micro pero lo sentó por el medio. Peguntó enseguida como había tomado Ruggeri ese movimiento.

El Cabezón sabía que lo de Mostaza había sido solo una maniobra de distracción y que no había ni asomo de que le coparan la parada. Ya tenía el dato de que Merlo había hecho bajar del micro al pibe Moralez y subido a Filepi. Así que inmediatamente ordenó a Silvera que se parara bien adelante, al lado de Lavezzi, que seguía con el motor encendido.

Merlo mandó a todos a sentarse atrás. Insultó a Bastía por estar tejiendo y a Menghi por estar pelotudeando con la revista ‘Crucigramas’. Se lo notaba desencajado, faltaba poco para la suspensión del partido y no se podía permitir el lujo de perderlo en ese momento.

En el otro lado un policía amonestó severamente a Silvera por hablar con el conductor, le hizo apagar el pucho a Lavezzi y dijo que no iba a tolerar que Saja siguiera poniendo la radio a todo volumen.

Así las cosas el partido entró en un impasse del que ya no saldría, faltaban escasos minutos para la suspensión y no era momento de arriesgar. Ruggeri quedaba como el que quiso más y Merlo no perdió un encuentro que se había puesto muy complicado.

Al final, ambos planteles bajaron de los micros y emprendieron la vuelta a sus casas. Los hinchas ahora respiraban aliviados. Putearon a los propios, a los rivales… ya todo era alegría.

Y es cierto, no hubo goles, los micros no salieron pero… qué partidazo.

Shisus.

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